Marcos Villamil salió de General Alvear (provincia de Buenos Aires) en septiembre del año pasado, apenas se lo permitió la pandemia. En Febrero llegó a Santa Cruz, camino a Ushuaia, desde donde retomó sus pasos (en realidad, los de sus yeguas) para llegar bien al Norte. Un aventurero orgulloso de su tierra y de la generosidad de la gente que lo recibe.
A los 18 años Marcos Villamil (que hoy tiene 27) quiso unir a caballo la ciudad bonaerense que es enclave de la tradición, San Antonio de Areco, y el campo de su familia en otra localidad bonaerense, General Alvear. Pero el mismo día en que salió para recorrer esos 270 kilómetros… ¡perdió la billetera! Así que tuvo que pasar los siguientes cuatro días durmiendo al costado de los caminos y prácticamente sin comer. “Fueron varios errores de planificación que me sirvieron para aprender un montón”, asegura hoy entre carcajadas.
El objetivo del viaje queda más que claro para los 14.500 seguidores de la cuenta desde el mismo nombre que eligió Villamil para el espacio donde cuenta sus aventuras. “Me encanta la idea de conocer la Argentina a caballo. Ir al ritmo del animal, parar en los campos, llegar donde el tren o el auto no pueden. El caballo es la mejor carta de presentación”, explica el ingeniero agrónomo que abandonó su trabajo en un banco y dos emprendimientos que tiene con sus amigos para salir a recorrer el país en el lomo de sus yeguas, Mora, Wayra y Tordo, que se van rotando en la tarea de llevar al jinete y sus pocos pertrechos.
El hombre que ayer pasó el puente Zárate-Brazo Largo acompañado por Gendarmería, cuenta que su madre recuerda que aprendió a cabalgar antes que a caminar y que lo hace desde los dos años. Y que su viaje tuvo un antecedente, hace unos seis años cuando recorrió unos 100 kilómetros en la provincia de Buenos Aires con algunos amigos. “Siempre hacemos hincapié en las cosas negativas de nuestro país. Que la inseguridad, que el ventajismo. Pero tenemos una Argentina alucinante, para inflar el pecho. Lo veo en el viaje. La gente me abre las puertas, me cobija, me da todo lo que tiene. En este momento en que una de mis yeguas está lastimada, la familia con la que paro me ayuda y me acompaña”, argumenta.
Sobre la logística de la travesía, cuenta el jinete que entrenó un año entero con sus yeguas, recorriendo de a 100 o 120 kilómetros. Que en la zona pampeana cabalgaba de madrugada, entre las cuatro o cinco de la mañana y el mediodía, para hacer 30 o 40 kilómetros. Después dejaba descansar a los caballos. “Siempre voy frenando en campos, pidiendo permiso y si no encuentro nada desensillo al costado de un arroyo que tenga buen pasto y agua los caballos. Pero la gente me recibe con mucha amabilidad. Así que voy conociendo muchos pobladores en cada lugar, paro en sus casas, me ofrecen comida”.
Aunque todavía le falta buena parte del recorrido, el hombre no fantasea con redoblar la apuesta y recorrer toda América. Argumenta que su sueño era conocer la Argentina y se dará por satisfecho cuando regrese a General Alvear después de haberlo cumplido. Pero promete que seguirá ligado a las cabalgatas de algún modo, quizás compartiendo con otros su pasión.
Antes de retomar su viaje, Marcos deja un consejo. “Tenemos que entender que la distancia entre el sueño y la realidad es la acción. Normalmente tenemos sueños que son factibles. Hay que empezar con pequeñas acciones para acercarse a ellos. Hay que animarse a emprender y a conseguir lo que uno desea”, dice y no tiene empacho en cerrar con un sonoro: “¡Viva la Patria!¡Viva la Argentina!”.