El coronavirus fue evolucionando y hoy la subvariante Ómicron BA.5 predomina en la mayoría de las muestras que se analizan a partir de personas con la infección COVID-19 en el mundo. En la Argentina, la propagación de la subvariante BA.5 también se encuentra en aumento.
Sin embargo, hay personas que aún se demoran en ir a recibir las dosis de vacunas de refuerzo que están disponibles y sirven para protegerse contra el riesgo de desarrollar un cuadro grave y morir. Entre otras razones, según explicaron expertos en sociología, psicología, y vacunología a Infobae, los que vacilan creen que la infección ya no puede afectarlos gravemente, no quieren experimentar los efectos secundarios leves o moderados, o directamente desconocen que los refuerzos son claves para protegerse y cuidar a los demás.
El 91,7% de la población de 18 y más años recibió el esquema primario de dos dosis. Pero solo el 57,2% de los adultos se aplicó al menos una dosis de refuerzo, según el último boletín epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación. En los grupos de menor edad, la aplicación del refuerzo es aún menor. Solo el 40% de los jóvenes de 25 a 29 años, el 38% de los que tienen entre 16 y 24 años, y el 33% de los adolescentes aceptaron aplicarse el primer refuerzo hasta ahora.
Desde la última semana de mayo, el ritmo de las aplicaciones de vacunas contra el COVID-19 fue descendiendo: se pasó de la 967.733 dosis en esa semana a 387.834 en la semana del 18 de julio, según el análisis de datos que realiza el doctor Jorge Aliaga, de la Universidad Nacional de Hurlingham. La mayoría de esas vacunas se aplican como dosis de refuerzo.
El esquema primario de vacunas -que en la Argentina se empezó a aplicar en diciembre de 2020- fue clave para reducir el impacto de la pandemia durante 2021 y salvar millones de vidas. Pero la buena eficacia de esas dosis se limita con el paso del tiempo, y las personas necesitan acceder a los refuerzos. Porque todavía hay transmisión comunitaria en el país y encima circula Ómicron BA.5, “la peor versión del virus que hemos visto”, como la definió el prestigioso científico estadounidense Eric Topol.
Entre la segunda quincena de junio y la primera de julio, se registraron 8,22 muertes cada 100.000 habitantes en personas de 60 años en la Argentina y más que no tenían vacunación o solo habían recibido una sola dosis. Se produjeron 1,21 muertes cada 100.000 habitantes en personas de 60 años y más con esquema primario (2 dosis).
En cambio, según el Boletín Epidemiológico, la mortalidad en personas de 60 años que habían recibido una dosis de refuerzo, la mortalidad fue de 0,38 muertes cada 100.000 habitantes. Esas diferencias en las tasas de mortalidad según el estado de vacunación visibilizan también la importancia actual de aplicarse las dosis de refuerzo hoy.