El caso conmocionó al país en 2010. Matías Berardi fue secuestrado cuando volvía de una fiesta de egresados en Escobar. En septiembre empieza un nuevo juicio porque revocaron la única absolución de la banda. “Nunca mostraron arrepentimiento por lo que hicieron”, se lamentó la mamá de la víctima asesinado en Campana.
Matías Berardi fue secuestrado el 28 de septiembre de 2010 cuando volvía de una fiesta de egresados a su casa en el partido de Escobar. Después de ocho llamados extorsivos y poco más de 24 horas, el cuerpo del adolescente apareció en Campana. Lo habían asesinado de un balazo.
El caso conmocionó al país, no solo porque la víctima tenía 16 años, sino porque la historia pudo haber terminado de otra forma. Es que cuando llevaba unas 14 horas secuestrado, Matías logró escapar. Saltó una reja de más de 2 metros, descalzo y un poco desorientado por los golpes, y corrió casi una cuadra y media pidiendo ayuda. Se cruzó con al menos tres personas, pero nadie le dio refugio y lo recapturaron.
Por el caso fueron condenadas 10 personas, cinco de ellas a prisión perpetua. Todas pertenecían a un mismo clan familiar y también los unió el silencio: ninguno declaró.
“¿Por qué mataron a un chiquito de 16 años? Lo golpearon, lo trasladaron setenta kilómetros, él llorando y pidiendo que no lo maten y ahí lo fusilaron. Esa imagen y la frialdad con la que actuaron, no la podemos entender”, decía la mamá de la víctima al cumplirse el décimo aniversario del crimen de su hijo. Su pregunta todavía no tiene respuesta.
Un crimen a sangre fría por 30 mil pesos
“Para mí no pasaron doce años. Hay una parte de mí que quedó detenida en el tiempo”, apuntó María Inés Daverio, madre de Matías Berardi. Hoy agradecida por el trabajo que hicieron abogados, jueces y fiscales, y por la valentía de los testigos que se animaron a declarar, sostiene: “Estos años han sido dificilísimos para nosotros en todo sentido, no podemos imaginar qué hubiera pasado si a eso se sumara que estas personas estuvieran libres. Se sumaría más dolor al dolor”.
Matías tenía 16 años, era el mayor de cuatro hermanos y cursaba el quinto año del secundario en el colegio Saint George de Escobar. “Era alegre, solidario, humilde, muy sensible ante las injusticias”, describió su mamá, tras lo cual recordó que “le gustaba mucho el deporte, jugaba al rugby, pero quería ser médico deportólogo”. “Si hay una palabra que lo describe es amor. Él era puro amor, tocaba el corazón de todo el que lo conocía”, agregó.
“El día que nos despedimos estaba feliz por poder salir”, evocó después Inés sobre aquella trágica noche de primavera. Lo habían invitado a una fiesta de egresados, pero también era el cumpleaños de uno de sus amigos y, aunque al otro día tenía que madrugar para ir al colegio, no quería fallarle.
“Tenía tantas ganas que nos convenció”, señaló su mamá, y se lamentó: “Lo dejamos ir, y después el horror”. Matías emprendió la vuelta a su casa, se bajó de una combi en Panamericana y Ruta 26 y fue entonces cuando se cruzó con la banda integrada por un matrimonio, las hijas, cuñados y algunos amigos, que lo eligió por su “ropa cheta” y se lo llevó cautivo hasta Tigre, donde vivía el líder del grupo, un herrero de nacionalidad uruguaya llamado Richard Fabián Souto.
Poco después, los padres de Matías recibieron el primero de los ocho llamados que le harían los secuestradores, en los que les exigían una suma de 30 mil pesos a cambio de liberar sano y salvo a su hijo. “Oí su voz por última vez. Gritaba ‘¡Mamá, mamá!’…Y no lo pude ayudar, nadie pudo”, contó Inés.
La historia podría haber sido otra, pero Matías no recibió ayuda y la banda, que había salido a buscarlo en auto, lo recapturó y lo llevó hasta un basural ubicado a un costado de la ruta 6, cerca del cruce con la Panamericana, en Campana. Allí lo ejecutaron a sangre fría.
“Hubiera sido más fácil para ellos dejarlo. Teníamos decidido pagar. No logramos entenderlo”, decían ante las cámaras los familiares en un mar de lágrimas. Tenían decidido pagar, pero los secuestradores ya no volvieron a contactarlos y al día siguiente el cuerpo de la víctima fue encontrado en un camino de tierra con un tiro de una pistola 11.25, que ingresó por el omóplato derecho y le ocasionó la muerte.
Las condenas y un nuevo juicio
En abril de 2013, el Tribunal Oral Federal N° 3 de San Martín, integrado por Lidia Soto, Germán Castelli y Elbio Osores Soler, condenó a prisión perpetua al herrero Richard Souto, a su concuñado Néstor Maidana, Damián Sack, Gabriel Figueroa y Gonzalo Hernán Álvarez por el crimen de Matías.
En tanto, sentenciaron a la pena de 24 años de cárcel a Ana Moyano (esposa del herrero), y Jennifer Souto fue condenada a 17 años de prisión. Además, Celeste Moyano, Federico Esteban Maidana y Elías Emanuel Vivas fueron condenados a 19, 21 y 18 años de cárcel respectivamente. Solo uno de los once imputados fue absuelto: una menor de 16 años e hija del dueño de la herrería donde la víctima estuvo cautiva.
“Que las condenas sean firmes, ayuda, no nos es indiferente”, indicó a Inés en relación con el accionar de la Justicia. Y anticipó que en septiembre empezará un nuevo juicio “ya que se revocó la absolución de una de las personas que participó del secuestro”. “Vamos a seguir luchando porque haya justicia. No nos vamos a cansar de pedir que todos cumplan su condena”, afirmó la mujer, y añadió: “Por la paz de todos, pero también en honor a Matías”.
Pese a que casi toda la banda se encuentra cumpliendo su pena, la mamá de Matías cuestionó: “Nunca mostraron arrepentimiento por lo que hicieron”. Tampoco declararon. La familia Berardi intentó durante todos estos años hablar al menos con uno de los condenados, sin éxito. “Queremos entender qué pasó, el por qué… si hay algo más que no sabemos, más cómplices. Pero no eso no se pudo lograr”, subrayó.
El recuerdo de sus ojos
A días de que se cumpla el aniversario número 12 del crimen de su hijo, Inés se conmovió profundamente con la noticia del secuestro seguido de muerte de otro chico, como Matías: el caso de Santiago Aguilera en Traslasierra. “No puedo dejar de pensar en esos papás. Me cuesta entender que exista tanta maldad”, expresó.
“Todos estos años nosotros resistimos”, definió con una simpleza dolorosa. Después explicó: “Pudimos seguir adelante gracias al amor de muchas personas, pero sobre todo nos sostienen nuestros otros hijos, verlos crecer”. El trabajo, el estudio, la Fe, también hicieron su parte en la reconstrucción de su familia.
Por último, Inés concluyó: “Mati que siempre está con nosotros, aunque suene difícil de entender: tenía una mirada que no parecía de este mundo y el recuerdo de sus ojos es algo que me acompaña todo el día”.
FUENTE: TN