Aproximadamente 400 personas se juntaron ayer en la plaza Mitre de Zárate para reclamar justicia por Fernando Baez Sosa, asesinado a golpes en la puerta del boliche Le Brique en Villa Gesell. Frente a las banderas a media asta, los habitantes de la ciudad de la que son oriundos los imputados se organizaron para pedir justicia por la víctima de la golpiza.
A pesar de la llovizna que adelantó el comienzo de la marcha, los vecinos de Zarate hicieron escuchar su pedido de justicia frente al edificio de la intendencia. Aquellos que fueron a las dos marchas anteriores (primer y segundo aniversario del crimen), se asombraron de la cantidad de gente que concurrió esta vez.
Familias, madres, adolescentes y vecinos que se encontraban ayer en la ciudad natal de los asesinos de Fernando pidiendo «Justicia es Perpetua».
La gente que se acerca a la plaza es un grupo heterogéneo, al igual que sus sentimientos. Hay familias enteras, con niños o niñas pequeños, padres y madres, ancianos con bastón, adolescentes que se organizaron para venir.
Un nenito de aproximadamente siete años lleva un cartel en cartulina fucsia que dice «Justicia por Fernando». Su mamá dice que él quiso venir y que ella solo lo acompaña, porque «lo afectó mucho». «El más grande mío tiene doce. También vine por él. Ya te empiezan a preguntar cosas y no sabes qué decirle, cómo explicarle que si ve algo así no se meta, o que sí se meta, no sé».
Una mujer de ojos claros se envalentona: «A mí me da vergüenza que el intendente no esté acá. Hay muchos más pibes así en Zarate y nadie dice nada, ¿sabés por qué? Tienen miedo», afirma, decidida.
Se terminan de repartir fotocopias con la cara de Fernando y la marcha avanza hacia la peatonal, armando carpitas con las manos para que las velas no se apaguen por la lluvia. Los aplausos son continuos, como los gritos de «Justicia», «Presente» y «Asesinos». Las caras serias se mezclan con las llorosas.
Algunos, desde afuera, filman con sus teléfonos mientras la procesión marcha sobre la peatonal entre las mesas para tomar café de las veredas, que todavía no fueron levantadas. Se escuchan gritos y agresiones. «¡Párense!» grita una señora. «¡Amargos!», «Todos deberíamos estar acá», «¿No tienen hijos?» son algunas de las frases que se escuchan salir desde adentro de la columna.
Un padre vino con sus hijos de doce y catorce años. «Los traje para que aprendan a pedir justicia, porque a ellos les puede pasar. Si la justicia es justa, estos pibes tienen que pagar. Hay que salir, hay que dar la pelea. Hoy la plata puede todo. Y los que estamos acá somos todos laburantes. ¿Pero dónde están los malos ahora? Refugiados» afirma sobre los imputados.
«No tenemos miedo» es un cántico que se repite por aquellos que miran hacia los costados de la columna, desafiantes. Porque lo cierto es que muchos reconocen que varios de los hoy conocidos como «rugbiers» ya eran registrados por su mala fama dentro de la ciudad. Varios pueden atestiguar que ya cometieron crímenes antes del de Fernando. Un nombre que se repite es Pertossi, el apellido de tres de los imputados, hermanos y primo.
Valeria (46) dice que conoce a los Pertossi porque vivían a dos cuadras de su casa, en el barrio Sajacinto. «Mis viejos me decían no te cruces con ellos. Pero bueno, en esa época todo quedaba en el barrio. Ahora ya no, ahora podemos estar acá y no nos calla nadie», afirma.
Maria (40) tiene una única hija, de la edad de Fernando, que estudia derecho. «En la esquina están los amigos de los delincuentes, sacando fotos a todos los que estuvimos acá. Amenaza tras amenaza recibimos. Por eso la gente no quiere estar acá», afirma.
A pesar del miedo, no son solo los adultos los que llevan a los hijos a pedir justicia. Tres chicas adolescentes (16) se organizaron para venir juntas. «Por suerte nosotras no los conocíamos», afirma una de ellas. «Pero acá se sabe que buscaban pelea por todos lados. Son gente violenta. Estamos acá pidiendo justicia porque podríamos ser él».
Brisa (18), vino con un amigo de su edad porque les urge pedir justicia. Dice que «Fer» tenía la misma edad que tiene ella ahora. «Podría ser hermano o primo mío. Esto me llega muy adentro, cada vez que veo las cosas que sube la mamá de Fer pienso que puede ser mi mamá». Está en la marcha para pedir perpetua para todos. «Hoy en día la justicia somos nosotros», concluye.
La procesión volvió hasta la puerta de la intendencia, donde habían empezado a marchar. Frente a la reja negra cerrada del edificio, impasible, pero empapelada de la cara de Fernando, soltaron globos celestes y blancos. Dos adolescentes sostienen un collage que hicieron ellos mismos con distintas fotos de «Fer» y uno de ellos afirma «que se haga justicia».
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